Los perros en la playa se suman ahora a los habitantes propios de la orilla del mar, los homenajeados quiltros bicentenarios por los que por una buena foto podrían hacerse famosos y quien sabe alcanzar la gloria de un hogar...infeliz concurso aquel que permita legitimar este abandono generalizado, urbano penoso y playero desastre porque ahí sometidos a oceánica dieta tampoco agencia sustento, salvo que despistada gaviota ose pisar arena por donde los voraces animalitos husmean incansables algo de proteina animal.
Pasen a ver el litoral central, serán seducidos por la familiaridad mimosa de felpudos parias, corren a ti, buscándote sin verguenza y roban sin pudor cualquier cosa pueda saciar su apetencia.
En este pais se premia el registro de una perversión colectiva; se destaca la ternura que provoca la impiedad de la falta, somos tantos responsables ofendiedo el principio de dignidad para todo ser sintiente?
lunes, 2 de noviembre de 2009
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Al generar compasión, se empieza por reconocer que no se desea el sufrimiento y que se tiene el derecho a alcanzar la felicidad. Eso es algo que puede verificarse con facilidad. Se reconoce luego que las demás personas, como uno mismo, no desean sufrir y tienen derecho a alcanzar la felicidad. Eso se convierte en la base para empezar a generar compasión.
Cada uno recoge, ni más ni menos, lo que sembró.
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